Al final del “Celebrities” de Macaulay Culkin, del gran show televisivo Muchachada Nui, el pobre Macaulay nos dice triste que es “un juguete roto” y el que escribe ahora puede imaginar de aquí a unos años una parodia similar siendo el protagonista la consola Ouya y terminando con la frase “soy una consola rota”. Y es que como el pobre niño prodigio de Hollywood de los años noventa, Ouya ha sufrido un destino similar: de ser estrella de la plataforma de Kickstarter, siendo uno de los proyectos más grandes de dicha página, a tener un futuro más que negro con pobres ventas de hardware y casi ridículas ventas de software.
Lo que fue el sueño de una consola Android irrumpiendo en el mercado dominado por Sony, Microsoft y Nintendo, marcando la llegada de los juegos móviles y su conquista de este mercado llamado a la condena de no aceptar esta realidad. Hoy la realidad es bien distinta, Ouya es más una curiosidad que otra cosa, quizás ha llegado demasiado pronto o quizás es que lo que quieren los consumidores de dicho mercado es algo bien distinto.
La revolución Ouya
Con 8,5 millones de dólares conseguidos en su Kickstarter y más de 65.000 personas poniendo su dinero para hacerlo realidad, muchos pronosticaban un éxito apabullante para la consola. Una idea genial, hacer una consola añadiéndole una capa de Android que le proporciona innumerables juegos y un gran atractivo, todo esto con un mando de control incluido. Con los juegos móviles incrementando su popularidad y un sistema operativo tan extendido, Ouya era una revolución ante las consolas tradicionales. Al menos esto es lo que decían muchos.
Y aunque la consola llamó la atención de unos cuantos desarrolladores independientes, la verdad es que la consola estaba condenada al fracaso, ya tenemos muchos dispositivos Android que nos permiten conectarlos a nuestras televisiones. Sin apenas títulos exclusivos, ¿cuál era la razón para obtener una? Sólo una: es una consola de emulación barata.
Golpes de realidad
Las ventas de la consola son bajas, según las ventas de Norteamérica de su mes de lanzamiento apenas movió 19.000 consolas, aunque la empresa detrás de Ouya indica que la mayoría de las ventas se hicieron online , no dejan de ser unos números muy bajos. Pero eso no es el principal problema, el mayor problema es que en el primer mes de vida de la consola un 73% de sus usuarios no habían gastado ni un céntimo en juegos.
Entonces, ¿qué hacen los usuarios de la consola, a parte de dejarla coger polvo? Como ya he dicho, jugar a emuladores, y no deja de ser una de las mejores bazas de la consola. Y es que con el amplio abanico de emuladores que dispone Android, una consola barata como Ouya es una opción más que notable para este objetivo. Y aunque sus características técnicas la limitan frente a otros dispositivos, por el precio es una buena opción. Pero deja de lado que para una consola sobrevivir tiene que ser algo más que eso, tiene que vender juegos.
La solución algo desesperada es ofrecer una campaña a los proyectos de Kickstarter que han conseguido su financiación (con un mínimo de 50.000 dólares), esa misma cantidad si mantienen una exclusividad mínima de 6 meses en Ouya. Un intento que parece inútil (con juegos exclusivos durante 6 meses no parece que la gente vaya a comprar en masa la consola) y que por si fuera poco tiene a Google y a Amazon como posibles rivales con proyectos con suficiente dinero detrás suyo para triunfar donde Ouya ha fallado. Al menos es ideal como pisapapeles.