Seguramente los que leáis este artículo formaréis parte de esa pequeña resistencia que se defendía de los romanos a base de pócimas mágicas. Habréis tenido que lidiar en multitud de ocasiones con la típica frase que nos dedicaban vuestros padres haciendo mención al triste futuro que teníais por delante al estar perdiendo el tiempo con las maquinitas.
Lo que vuestros padres y los míos no sabían es que el triste futuro nos estaba ahí esperando a todos, jugadores de videojuegos y amantes de la marquetería. La crisis, tranquilos que no estoy aquí para hablar de economía para eso están ahí mis compañeros de Capitalibre que son los que saben del tema, de una forma o otra nos ha tocado a todos por igual.
Quedarte sin trabajo o ayudas estatales y tener que mantener unas responsabilidades adquiridas simplemente por el hecho de tener que convertirte en un ser adulto socialmente, es un verdadero problema para millones de persona en este nuestro país.
Estás situaciones pueden provocar verdaderos estados de depresión y hundir a un individuo en la mayor y más oscura de las miserias. Mientras unos tratan de superar los problemas que tenemos en la actualidad dándole a la bebida, o simplemente comprando el cupón de cada día para soñar que hacer con tanto dinero yo, debido a la afición que adquirí en aquellos años de lucha contra el imperio, he volcado toda mi frustración y rabia contra unos enemigos muchos más poderosos que los señores Zapatero y Rajoy.
Los videojuegos se han convertido en una vía de escape, tan válida como otra cualquiera, para dejar volar la imaginación hacia mundos donde uno puede ser lo que quiera ser. Esa imaginación que se tiene cuando eres niño se va perdiendo a base de los palos que te va dando la vida, pero tengo la impresión que en el fondo de mí ese pequeño caparazón de Súper Mario que siempre he llevado encima me ha protegido contra esos ataques, permitiéndome mantenerla menos degenerada que un humano medio cualquiera.
Yo no contemplo mi vida sin los videojuegos. Cierto es que las responsabilidades que se suman años tras años no dejan de robarnos cada vez más de ese tiempo que necesitamos para poder dedicarle un ratito a nuestro hobby, pero aunque esa porción de tiempo sea cada vez menor nunca se quedará vacía del todo.
¿Que sería de mí sin los videojuegos? Sinceramente esta pregunta no puedo responderla porque mi cabeza no es capaz de representar lo que hubieran sido todos estos años, con sus momentos buenos y malos, sin un mando en la mano y sin haber vivido todas las vidas que he representado en pantallas monocromas, de tubo o HD.
Habrá gente que no lo entienda y habrá gente que piense que perdimos el tiempo, pero ahora con la que está cayendo, me alegro que aunque solo sea ese ratito que me queda el objetivo de mis miedos e ira se concentren en la punta de mi espada y queden encerrados tras esa pantalla, que cuando se apaga, los mantiene ahí atrapados para no volver a dejarlos salir jamás.
Si restara las horas que he dedicado a los juegos probablemente aún sería menor de edad. Me siento muy identificado, mi padre nunca ha jugado conmigo a los videojuegos y siempre me ha dicho que se me iba a tostar la cabeza… así que Amen, Fernando