Historia
Somos el coronel Scott O’Connor un hombre entregado a la defensa de su planeta, la tierra en un futuro lejano al nuestro. En ese momento del tiempo, una supercomputadora creada para defender al planeta de cualquier posible ataque alienigena o interno, es infectada por un virus informático vivo, en constante mutación y que toma el control de todo el sistema. Como héroes que somos, sin rechistar aceptamos la peligrosa misión de dejarnos en manos de una máquina, aún no probada que podría ser la única salvación para la situación en la que nos encontramos.
La idea es descomponernos físicamente para volver a rehacernos dentro del mundo digital de los circuitos de la supercomputadora y así poder acabar con el virus desde su propio terreno, donde si es vulnerable, al más puro estilo Tron. Por temas del propio generador de imagen de la máquina que nos digitaliza, y por cuestiones de hacer más bizarro al juego de lo que ya de por sí es, nuestro aspecto en el mundo digital es el de un guerrero Kabuki japonés pues así eran nuestros ancestros, con una melenaza de impresión que no sólo será algo estético sino que nos ayudará a combatir a los enemigos.
La comparación con Ninja Gaiden
Siempre se habla de el sindrome metroidvania cuando juegos 2D se desarrollan en grandes escenarios que hemos de explorar obteniendo distintos ítems que nos permitan acceder a nuevas zonas. En este caso y aunque no haya un termino popular para nombrarlo, o que al menos yo conozca, el juego que nos ocupa, sufre del síndrome, ninjagaidiano por ponerle un nombre.
Con esto me refiero a que también es un juego 2D en el que prima mucho el control de los saltos como si fuera un plataformas, pero además hemos de tener mucho cuidado con los troleos de los enemigos y hacer buen uso de nuestras habilidades, las cuales están limitadas por una barra de energía. Vale puede que haya mil juegos así, pero esas características exactas y el propio aspecto del juego, nacen claramente del Ninja Gaiden de Tecmo para NES.
El juego en sí
Como ya hemos explicado en la historia, seremos un soldado digitalizado con el aspecto de un actor Kabuki japonés que va dando melenazos a diestro y siniestro a todos los enemigos. Además contamos con habilidades que podremos ir recogiendo en el transcurso del juego para no vernos limitados al corto alcance de ataque de nuestro rojizo cabello.
Algo que siempre me sorprendió de este título cuando lo jugaba desde bien enano, era la fascinante animación lograda para el pelo que si bien ahora lo vemos y sólo son 3 cuadros de imagen, para lo que era la NES no estaba nada mal. Era muy notoria también la sensación de controlar a un personaje extremadamente ágil que parecía flotar dando saltitos por el escenario más que estar corriendo.
Todo esto se adornaba con un envoltorio que como buen amante de lo bizarro siempre me fascinó. Sus escenarios pese a suponerse que están en el interior de los circuitos de un ordenador, están compuestos por vísceras, elementos viscosos en constante movimiento y demás cosas extrañas, pero que dotaban el juego de una vida y un aspecto visual que no estaba nada mal.
Los enemigos siguen esa tónica de los escenarios bizarros y nos deleitaran con sus extravagantes formas, los jefes finales algunos pequeños y otros enormes rozan el delirio visual y de diseño que haría pensar que una adaptación al 3D con las posibilidades gráficas actuales pudieran dar de sí un excelente juego para el publico adulto.
Finalmente por poner una pega, el juego sólo consta de 6 niveles con sus respectivos jefes finales, teniendo en cuenta que estos niveles no son excesivamente largos, el juego se hace bastante corto, quizás demasiado, pero bueno, como pasaba con todos los títulos de la NES o casi todos, tiene ese “que se yo” que lo hace deliciosamente rejugable.