Mis muy estimados señores de la industria:
Ésta es una carta para dirigirme a todos ustedes, para informarles del alarmante descenso en la calidad “mágica” que infunden a los videojuegos de consola. Usaré esta misiva para explicarles a que me refiero con eso de lo mágico y porqué no deben dejar que se pierda como están haciendo.
Entiendo como “magia” en un videojuego la sensación de transportarme nada más encender el cachibache que sea, a mundos que incluso a mi mente le sea difícil imaginar y que cuando lo apague quiera seguir pensando en ello, con ansias de retornar. Entiendo además como magia, la sensación de volver a ser un niño de 10-14 años que se sienta enfrente del televisor sin más preocupación que los deberes que ha de entregar al día siguiente y de mirar a la puerta cada 2 minutos y medio, por si acaso sus padres llegan a casa y lo pillan jugando cuando se lo habían prohibido. Esa sensación de evasión de todos los problemas, de que no existe ninguna preocupación más allá de lo que el televisor me muestra y el mando me permite controlar.
Así es mi idea de lo que es esa magia que siempre han tenido las consolas, con historias que buscan crear una diversión casi inmediata donde zambullirnos junto a sus personajes y sentirnos parte de sus leyendas. En ordenadores los juegos antaño estaban más orientados a lo calculador, con estrategia, rol serio para gente en principio más adulta y con más preocupaciones por tanto, o aventuras gráficas que en estas si que a veces encontrábamos esas sensaciones de las consolas, pero no de forma tan habitual, por lo que en este caso concreto los dejaré más de lado.
Para matizar habría que añadir que en el concepto de magia intervienen además algunos factores más, como pueda ser la comodidad o la forma a la hora de jugar. Cada persona es un mundo, pero antaño cuando siendo niños empezaba con esto, no era tan fácil tener una televisión en el cuarto ni un escritorio con un PC en cada casa. Habitualmente el lugar de juego era el salón y la pantalla principal de la casa, porque era más grande y más molona. Esto hacía que hubiera peleas por ese territorio que era nuestro portal a una dimensión de diversión. El PC sin embargo, en las casas que lo hubiera, obligaba más a estar encerrado en el cuarto, con la silla de escritorio y en una postura quizás menos relajada. Esto es lo que por norma se ha convertido en el habito actual de juego y uno de los motivos por el que esa “magia” que yo nombro haya desaparecido.
Otro pequeño matiz que hace desaparecer poco a poco esa sensación especial viene dada por el propio ecosistema que rodea al videojuego en un sistema de entretenimiento casero. Antes una consola servía solamente para jugar, y accedíamos a ella para poner un cartucho o un disco, darle al botón de encendido y plantarnos en plena diversión. Cómo dijo Nintendo en el lanzamiento de la GameCube, ellos querían un sistema que sirviera simplemente para divertirse jugando, sin ningún otro tipo de distracción. Ahora los sistemas domésticos incluyen una retahíla increíble de menús donde podemos hacer prácticamente de todo dentro del llamado ocio digital. Ver películas, escuchar música, acceder a Internet… Una amalgama de opciones que nos distraen del verdadero protagonista, el videojuego como tal.
Si repito mucho la palabra videojuego, no se alteren, lo hago con conocimiento de causa, queriendo dejar claro que aquí al final todo se trata de eso y de nada más.
El elemento último y máximo responsable del destierro de esta sensación de estar formando parte de algo con “magia” al disfrutar de un videojuego ha sido el ansia que ustedes, desarrolladores, productores, etc, han puesto en querer contarnos historias más serías, más adultas, más cinematográficas. Y no se equivoquen, al igual que en el caso anterior, no creo que esté mal que una consola nos ofrezca acceso a películas, música y demás opciones, bienvenido sea todo eso, de la misma forma que adoro disfrutar historias adultas en videojuegos, pero todo eso señores hay que tener cuidado con como lo usamos.
Metal Gear Solid, el original de PSX era un juego que a pesar de contar con un argumento serio, pese a su ficción; con un desarrollo cinematográfico, pese a sus carencias, y con un tono mucho más adulto que juegos como pueda ser un Mario 64, para mi, desbordaba esa fascinante sensación de disfrutar de algo mágico, sin tener que irme a un Final Fantasy o un Zelda. Sé que la edad a la que lo jugué influye directamente en esa sensación, pero como ése, existen ahora títulos que mantienen la esencia más pura del videojuego. Excederse con cinemáticas, con dificultades ridículas para que no tengamos que morir nunca, volver todos los mapas lineales para que no nos perdamos y no nos desviemos de lo que a los creadores les interesa, son formas de restarle eso que intento explicar a un juego.
Creo que si existieran más juegos como LocoRoco, Bayonetta, Gravity Rush, Ico y un sinfín de títulos que si que buscan crear esas sensaciones puras y sinceras en el jugador, de hacer que de vez en cuando esboce en su cara la sonrisa del niño que fue antaño… A ustedes les iría mejor, porque los usuarios compraríamos con más gusto, sabiendo que vamos a tener experiencias completas en cada título que adquiramos
Tienden actualmente a buscar la realidad más feroz, algo que tampoco es desdeñable en absoluto, pero que al igual que le ocurre al cine o a la literatura, es necesario saberlo controlar. El truco está en que por mucha dosis de realidad que se le insufle a un producto como un videojuego, siempre se tenga presente que busca divertir, sobre todas las cosas, ha de ser entretenido, tiene que hacer que sienta cosquillas al jugar porque es una sensación que no me da la realidad. A día de hoy creo que es un punto que se olvida. Entre escenas, diálogos y gráficos detallados hasta el dolor, se olvidan de que más allá de todo eso hay un videojuego que debemos controlar y debe ser divertido, debe suponer un reto y debe hacernos sentir especiales al estar a sus mandos.
Les diré un último truco, sabrán que están haciendo un juego especial cuando no necesiten meter un tutorial insufrible de media hora para aprender a jugar. Cuando su juego sólo necesite pulsar la tecla de encendido, coger el mando y ponerse a disfrutar como un maldito enano. Puede ser difícil, pero es la meta que deberían perseguir y que a veces entre montañas de dinero, espectacularidad y necesidad de hacer algo que “funcione”, se olvidan ustedes muy fácilmente.